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sábado, 28 de octubre de 2017

LE Unidad 3. Investigar e informar: la monografía (3). Finalidad y objetivo, características, estructura, ejemplo






CONTENIDOS CONCEPTUALES

 

5. La monografía









Ejemplo de monografía

La Edad Media y el Nacimiento de las Literaturas Nacionales Europeas

































Rosa  Mendoza Valencia
Colegio de Literatura
ENP5/UNAM
México, D. F., 12 de abril de 2005










La Edad Media y el Nacimiento de las Literaturas Nacionales Europeas




ÍNDICE

1. La Edad Oscura
3
2. El nuevo orden del mundo
4
a)    Temprana Edad Media
4
b)    Alta Edad Media
5
c)    Baja Edad Media
6
3. Entre la tradición y el cambio: la Temprana Edad Media
7
4. La época heroica: Alta Edad Media
8
a)    Épica
9
b)    Lírica
11
5. En la ciudad: Baja Edad Media
13
a)    Dolce stil nuovo
13
b)    Mester de Clerecía
14
c)    Narrativa
15
Conclusiones
16
Referencias
17














La Edad Media y el Nacimiento de las Literaturas Nacionales Europeas




1. La Edad Oscura
Aún en nuestros días se habla de la Edad Media como de una época oscurantista, de retroceso de la humanidad. Nada menos cierto. Si consideramos al medioevo como continuación del Imperio Romano, lo más que los estudiosos podrían afirmar es que se trata de un estancamiento en la evolución cultural del hombre; sin embargo, estamos ante una realidad distinta, naciente. ¿Cómo puede ser oscura una edad en la que se formaron las lenguas romance y las germanas? ¿Cómo hablar de oscuridad ante el germen de las nacionalidades europeas? ¿Qué preparó al hombre para el Renacimiento si no la Edad Media? Ese oscurantismo del que tanto se ha hablado es la visión –y la invención– de los espíritus románticos del siglo XIX que, en su afán de exploración de la parte perversa del ser humano, y también de su lado heroico, dotaron a esta época desconocida de enormes atributos, pero también de horrores ultraterrenos. Oropeza (1976, p. 7),  más acorde con un afán de investigación rigurosa, afirma que, por fortuna, la humanidad nunca ha sufrido un estancamiento, a pesar de las apariencias: la evolución cultural del hombre a veces ha sido rápida, lenta o vertiginosa, pero nunca se ha detenido.  
En cuanto a la literatura, si vemos esta época como una realidad distinta a la romana, es lógico que sus manifestaciones literarias también sean inéditas, originales, pese a la gran tradición griega y latina y a la influencia decisiva que ejerció el mundo clásico en el pensamiento filosófico y religioso; también es lógico que su origen sea casi autónomo, íntimamente vinculado con la gestación de nuevos idiomas, de nuevas manifestaciones artísticas en general, de nuevas costumbres y de nuevos gobiernos. 
Objetivo del presente trabajo es analizar las transformaciones que se fueron dando en la creación literaria medieval a la luz del mundo que las originó. 
Para cumplir con el objetivo propuesto se realizó una exhaustiva investigación bibliográfica tanto en fuentes tradicionales como en la red. Para la organización de la información se realizó, primero, un capítulo dedicado a la contextualización de la Edad Media que pusiera en antecedentes al lector acerca del devenir histórico-social, y en segundo lugar, para el estudio de la literatura se prefirió un método cronológico y de género que pusiera de manifiesto, además, características, autores y obras, pues sólo de esta manera se pueden apreciar las transformaciones. 
En cuanto a la estructura, el cuerpo de la presente monografía está integrado por cuatro capítulos, además de las conclusiones y las referencias: uno de contextualización y tres dedicados a la literatura: Temprana, Alta y Baja Edad Media.

2. El nuevo orden del mundo
El relajamiento de las costumbres, la división del Imperio Romano en el año 395 y las constantes incursiones bélicas de los pueblos germánicos ocasionaron continuas crisis económicas, políticas y sociales que desembocaron en el desmembramiento de Roma como potencia de Occidente.
En 476, El Imperio cayó en poder de los germanos y Rómulo Augústulo fue depuesto. De manera tradicional, este acontecimiento marca el inicio de la Edad Media, era que abarca diez siglos, hasta 1453, año en el que Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, se rindió ante los turcos otomanos.
Para su estudio, la Edad Media se divide en tres etapas:

a) Temprana Edad Media
Periodo que abarca del 476 al siglo IX. En los primeros siglos de dominación germana, los vencedores asimilaron la cultura de los vencidos e instauraron lo que se denomina reinos romanogermánicos. 
En el siglo VIII, los musulmanes ocuparon la Península Ibérica e intentaron conquistar los países allende Los Pirineos; sin embargo, se encontraron con la férrea oposición de los francos que, al mando de Carlos Martell, los detuvieron en Poitiers y, poco a poco, los obligaron a retroceder. Carlomagno –hijo de Pipino el Breve y nieto de Carlos Martell– heredero del conflicto con los árabes, con la ayuda del papado sometió a los reinos romanogermánicos e instauró un vasto imperio, el Sacro Imperio Romano Germánico, que salvaguardó a la cristiandad de la amenaza de los mahometanos pues ocupó Gerona y Barcelona y los derrotó en repetidas ocasiones en el Mediterráneo, pese a la derrota sufrida en Roncesvalles, donde murió Roldán, prefecto de la Marca de Bretaña e inspiración de la Chanson de Roland

b) Alta Edad Media  
La Alta Edad Media va del siglo IX a la primera mitad del XIII. Carlomagno murió en 814 y sus descendientes no pudieron sostener la unidad del imperio carolingio ante los ataques invasores de musulmanes, normandos, eslavos y mongoles. La nobleza asumió, entonces, la defensa armada de su propio territorio y de todas aquellas poblaciones que invocaban su protección; con esto se acrecentó su autoridad, aunque reconocía –en algunos casos como mera fórmula– la autoridad del rey. De esta manera nacieron los feudos y el sistema feudal. 
Frente al poder que representaban los señores feudales, la monarquía se alió con los poblados comerciales, germen de la burguesía, lo que redundó en el surgimiento y florecimiento de ciudades libres, principalmente en Italia y en Alemania. 
Además del sistema feudal, rasgo característico de la Alta Edad Media son las Cruzadas. En 1095, el papa Urbano II convocó a la cristiandad a luchar contra los turcos que habían tomado el Santo Sepulcro, atropellaban a los peregrinos y amenazaban conquistar Constantinopla, bastión oriental de la fe cristiana. 
En total se emprendieron ocho cruzadas, siete en la Alta Edad Media y la última en 1270[1]; de ellas, las tres primeras estuvieron animadas por un auténtico fervor religioso y por un espíritu de aventura, pero a partir de la cuarta, en 1204, predominó el interés económico, pues los ricos burgueses europeos, dedicados a la producción manufacturera y al comercio, patrocinaban las expediciones a cambio de que se les permitiera establecer rutas y bases mercantiles que acabaran con la hegemonía de Constantinopla. 
De estas ocho cruzadas vale la pena rescatar algunos datos: 
·      En la segunda participó Leonor de Aquitania, esposa de Luis VI de Francia, pero no en su calidad de reina, sino de señora feudal de Aquitania. Anulado su matrimonio con el rey de Francia, se casó con el heredero al trono inglés y estableció su corte en Poitiers, en la que floreció la poesía trovadoresca mediante su mecenazgo.
·      En la tercera participó el rey inglés Ricardo Corazón de León. Durante su ausencia gobernó su hermano Juan sin Tierra, quien dio pábulo a la leyenda de Robin Hood. 
·      Durante la cuarta cruzada los cristianos saquearon Constantinopla, sometiendo a sus habitantes a los peores ultrajes. Con esta cruzada están vinculados los acontecimientos que dieron pie a la leyenda de la Cruzada de los niños, tratada ampliamente por literatos de los siglos XIX y XX. 

c) Baja Edad Media 
Abarca de la segunda mitad del siglo XIII al XV. La burguesía de las ciudades libres, con el transcurso del tiempo adquirió un gran poder económico; por el contrario, la nobleza feudal se hallaba cada vez más debilitada y empobrecida a causa de las constantes intrigas entre señores, de los enfrentamientos al poder real que se iba fortaleciendo a través de su alianza con los burgos, del sostenimiento de ejércitos, de la pérdida de valor de sus tierras[2] y de la emigración de los siervos a las grandes y prometedoras ciudades en las que obtendrían un sueldo a cambio de su fuerza de trabajo. Como consecuencia, se estableció un nuevo orden social, pues el feudo autónomo ya no era el centro de las actividades, su lugar lo ocupaba la ciudad. Esto trajo otros problemas: desabasto de alimentos por la deficiencia en el transporte y en la distribución, terribles hambrunas provocadas por las inclemencias del tiempo y por el abandono de los campos, epidemias que diezmaban a la población, ocasionadas por la insalubridad y por el hacinamiento en las ciudades, entre otros. La más devastadora de las pestes, aunque no la única, fue la conocida como negra o bubónica, que se propagó por Europa entre 1346 y 1361, y que acabó, según algunos historiadores, con el 30% de la población; según otros, con el 60% (Zahler, 2013, pp. 73-74).   
La alianza monarca–burgueses trajo beneficios a ambas partes: el rey protegía a los mercaderes de las imposiciones de los señores feudales y de la Iglesia a cambio de impuestos que fortalecían el tesoro real. De esta manera, los monarcas pudieron contratar ejércitos mercenarios para someter a la rebelde nobleza y para defender su territorio en caso de ataques externos.

A grandes rasgos, estos son los acontecimientos sobresalientes de mil años de historia, mil años de Edad Media en los que, poco a poco, se fueron desarrollando las lenguas europeas y el espíritu nacionalista de cada país del Viejo Continente.


2. Entre la tradición y el cambio: la Temprana Edad Media
Una vez consumada la conquista de Roma, la Iglesia católica, cuyo poder se había asentado en el corazón mismo del Imperio desde principios del siglo IV, se convirtió en símbolo de unidad y asumió el papel de representante y salvaguarda el conocimiento y de la tradición de los mundos clásico y cristiano. 
Con miras a lograr este objetivo, los monasterios y las parroquias se convirtieron en centros culturales, destinados a la formación de clérigos, y éstos fueron los únicos letrados[3]. La enseñanza que ahí se impartía estaba encaminada a “…explicar los grandes problemas en torno a la divinidad y la creación, en los que el hombre podía entrar sólo como la criatura más importante, pero no como el centro de la especulación” (Pérez Gambini, 1990, p. 17). 
Los Padres de la Iglesia, principalmente San Agustín de Hipona (La ciudad de DiosConfesiones) y San Jerónimo (Vulgata) fueron guía y fuente de inspiración para otros grandes filósofos, historiadores y literatos que centraron su actividad en los asuntos religiosos y tomaron como vehículo de expresión el latín, lengua de la cultura, de la sabiduría. Entre estos hombres de letras destacan San Isidoro de Sevilla, autor de Etimologías, y San Gregorio Magno, recopilador de los cantos que llevan su nombre y autor de Libro de los diálogos[4].
Al final de la Temprana Edad Media, Carlomagno creó, en su corte de Aquisgrán, la Schola Palatina (Escuela o Academia Palatina), cuyo objetivo fue reiniciar los estudios de latín clásico y de los autores de la antigüedad, abandonados casi un siglo antes, y recopilar –en latín– las gestas épicas que circulaban en “…una especie de latín bastardo, deformado, llamado roman (romanice).” (Cohen, 1977, p. 12). Entre las obras más importantes que se escribieron durante el llamado “Renacimiento Carolingio” están Vida de Carlomagno, de Eginardo; De divisione naturae, de Juan Escoto Erígena, y una biografía épica de San Farón (“La cantilena de San Farón”), héroe del siglo VI, que circulaba en lengua vulgar. 
Este último dato es de capital importancia: frente a la literatura de élite, existía una literatura popular de tradición oral, creada por el pueblo: “Fue el Poeta Saxo el primero en hablarnos, hacia 870, en Carmina Juxta Tusticitatem, de cantos populares, a los que se dio el nombre de cantinelas [cantilenas]”. (Cohen, 1977, p. 13). ¿Qué temática abordaban esos cantos? Por desgracia esta literatura popular se perdió para siempre al morir su portadores y de ella sólo nos quedan vagas noticias.


3. La época heroica: Alta Edad Media
El nacimiento de las literaturas nacionales europeas, en su forma escrita, coincide con el fortalecimiento del sistema feudal. 
La vida en los grandes feudos transcurría de manera aislada. Habitaban el castillo y eran tomados en consideración, además del señor feudal, la esposa, los hijos y los familiares pobres o desamparados, los jóvenes vasallos en periodo de prueba y los caballeros que estaban de guarnición[5]. Los contactos con otros feudos o con la corte real eran muy escasos: cuando partían a la guerra o en algunas festividades importantes, como la coronación de un rey. Los villanos y los rústicos, es decir los siervos, pertenecían a otro mundo, al mundo utilitario de, casi, bestias de carga.  
En este aislamiento, cumplieron una labor muy importante de entretenimiento y de transmisión de noticias los vagabundos –a veces poetas laicos o clérigos, a veces meros cantores o malabaristas– que iban de castillo en castillo y de aldea en aldea entonando cantos de tema épico, lírico o satírico. Cantores errantes de larga tradición en Europa: aedos y rapsodas, bardos, vagans, etc. En España recibieron el nombre de juglares, y su actividad ascendió al nombre de mester (oficio). 

a) Épica
La épica medieval partió de hechos históricos que la imaginación popular reinventó y transmitió de manera oral durante generaciones, pero ¿qué propició su florecimiento en la Alta Edad Media? Oropeza (1976) parece tener una respuesta:  
¿Qué es lo que propicia el florecimiento de la juglaría? El único elemento que lo propicia todo: el interés. Intereses de época. En el siglo IX y principios del X, el régimen feudal se halla casi totalmente establecido en Europa, las necesidades defensivas han transformado en castillos las quintas de campo de los patricios romanos […]; los fuertes y castillos se alejan a lugares inaccesibles y escarpados; pero los señores y el pueblo necesitan diversión.” (p. 30)

Pero no sólo fue afán lúdico, sino también la necesidad de promover valores caballerescos, como se verá más adelante. 
El cantar de gesta. Los juglares exaltaron en sus cantos los acontecimientos históricos gloriosos y a personajes locales cuyo ejemplo de valentía, lealtad y heroísmo fueron modelo a seguir en el servicio del señor feudal. Transmitidos de manera oral durante generaciones, estos cantares se recopilaron de manera escrita en los siglos XII, XIII y XIV.
En cuanto a su temática, los cantares de gesta tradicionalmente se han agrupado en tres grandes grupos. En la denominada “materia de Francia” se habla de las hazañas de Carlomagno y los Doce Pares; en la “materia de Bretaña” se abordan asuntos referentes al Rey Arturo y a los caballeros de la mesa redonda; por último, la mitología grecolatina y las proezas de Alejandro Magno y de Julio César se cuentan en la “materia de Roma”. Esta clasificación, no obstante, resulta insuficiente, pues deja fuera gran parte de la producción épica, tanto de Francia e Inglaterra como de España y Alemania, por ejemplo.
Las obras cumbre de la gesta medieval son: Cantar de Roldán, en Francia; Poema de Mío Cid, en España; Cantar de los nibelungos, en Alemania, y Beowulf, en Inglaterra. Además deben agregarse El acarreo de Nimes, Renaud de Montauban y el Cantar de Antioquia, de Francia; Bernardo del Carpio, el Poema de los siete infantes de Lara, el Poema de Fernán González y el Cerco de Zamora, de España, y La batalla de Finnsburh, Walter y El libro de Taliesin, de Inglaterra, entre muchos otros. 
     Las características comunes de estas gestas heroicas son:
·      Las acciones se centran en uno o varios personajes de carácter heroico que encarnan los ideales de la época.
·      Los héroes-caballeros siempre son nobles.
·      La premisa que los regía era: por mi Dios y por mi rey (la literatura caballeresca agregó: y por mi dama); es decir, la lealtad a Dios y al señor anulaba la individualidad y ponía coto a posibles traiciones. 
·      Su valor constantemente se ponía a prueba, lo que los convertía en modelo a seguir en las batallas.
·      Su conducta y sus modales eran irreprochables.
·      En oposición al héroe aparece el antihéroe, personaje que encarna la conducta desleal cobarde e hipócrita que los buenos guerreros no deben seguir.
·      Las hazañas de estos caballeros son  hiperbólicas 

Novela de caballerías. Conforme los cantares de gesta comenzaron a recopilarse de manera escrita, surgió otro subgénero de la épica: la novela de caballerías cuyas características sobresalientes son, en cuanto a la forma, la utilización de un narrador superpuesto que afirma que el texto procede de un manuscrito encontrado por él mismo; en cuanto al fondo, destacan la idealización de la mujer, la búsqueda individual de justicia y de espiritualidad y la descripción de un mundo novelesco sobrenatural. En términos generales puede afirmarse que las novelas de caballerías cuentan las hazañas hiperbólicas de un caballero andante en un país exótico. Dignas de mención son el Libro del caballero Zifar, del siglo XIII, y las dedicadas a la búsqueda del Grial: El cuento del Grial, de Chretién de Troyes;  Parzival, de Wolfram von Eschenbach, y la Vulgata artúrica[6], de autor anónimo, dividida en cinco partes: “La historia del Santo Grial”, “Merlín”, “Lancelot”, “Demanda del Santo Grial” y “La muerte de Arturo”.
    
b) Lírica
Poesía trovadoresca, provenzal o del amor cortés[7]. A diferencia de los juglares, los trovadores, o minnesanger como se les llamaba en Alemania, creadores de la poesía provenzal, eran cultos y vivían en la corte, protegidos por la nobleza, o incluso ellos mismos eran nobles, como Guillaume de Poitiers, duque de Aquitania, uno de los primeros trovadores conocidos.
Dos aspectos se deben destacar como propiciatorios de la poesía trovadoresca. En primer lugar, a causa de la guerra las mujeres vivían solas en los castillos y, en segundo, los matrimonios eran un mero contrato social para establecer alianzas. Ante esta situación, la infidelidad era un uso corriente. La soledad y el desamor ocasionaron que las damas se rodearan de poetas, y éstos, al fin y al cabo pagados, escribían sólo acerca del tema que a ellas interesaba más: el amor, pero el amor a la medida de sus deseos: un amor fuera del matrimonio que exigía del amante una entrega absoluta y un total sometimiento, a cambio del favor de amarlo. La relación entre la amada y el amante reproducía la relación ideal entre señor feudal y vasallo:

…las relaciones entre amante y amada se conciben y expresan según el patrón de las relaciones jurídicas y sociales entre vasallo y señor […] A la amada se la llama señor[a]; el amante se proclama su vasallo. Ella goza de una exaltada y sublime posición, revestida de poder y autoridad extraordinarios, que guarda y dispensa a su antojo los favores de su aprobación, de su amor, de sus consuelos. El amante […] adopta la actitud de vasallo, servidor y esclavo. Suyo es el ademán del suplicante que busca de la amada el permiso para amarla, que implora de su generosidad favores ulteriores, desde una señal de aprobación a los más exquisitos y sublimes de una entrega total. Lo único que él le puede ofrecer es su servicio, homenaje y lealtad. (Arias y Arias, 1992, p. XIII)

Las cortes de Eleonor de Aquitania  y de sus hijas María y Alix fueron ejemplo de sitios donde se teorizaba, se discutía y se escribía sobre el amor. Entre los poetas que formaron parte de ellos figuran Chrétien de Troyes, que en El caballero de la carreta cuenta el amor de Lancelot por Ginebra (Guinevere); Andrés el Capellán quien, en el Tratado del amor cortés, reglamenta las relaciones amorosas entre damas y caballeros, y Thomas d’Anglaterre, autor de una versión de Tristán e Isolda, los amantes trágicos que simbolizan la pasión en Occidente. Otros poetas que cultivaron el amor cortés fueron María de Francia, autora de doce lais o poemas narrativos breves que glorifican el amor; Hartmann von Aue, quien escribió Erec, obra en la que los caballeros deben demostrar sus aptitudes no sólo para la guerra, sino también para el amor, y Guillaume de Lorris, creador del Roman de la rose, poema alegórico en el que su protagonista, Guillaume, aprende las reglas del amor cortés: educación, discreción, cortesía, paciencia, generosidad y devoción como vías para lograr de la amada el favor de una relación sexual. 
Mención aparte merece la leyenda de Tristán e Iseo, o Isolda. De origen celta, fue fuente de inspiración tanto de juglares como de trovadores, quienes vieron en ella una historia de amor por demás atractiva por su sentido trágico y por su transgresión del orden social. Actualmente se conservan cuatro versiones medievales, las más antiguas son la de Béroul y la de Eilhart von Oberge, seguidas de la ya mencionada de Thomas d’Anglaterre y la de Gottfried von Stassburg, escritas entre 1170 y 1206, lo que habla de su popularidad. Esta leyenda y la historia de amor de la reina Ginebra, esposa del rey Arturo, y el caballero Lancelot figuraron preferentemente en la imaginería literaria del amor cortés.
La poesía trovadoresca cobró tanta importancia que rebasó el terreno meramente literario para cimentarse en la vida cotidiana. Un hombre de Troyes, al norte de Francia, le escribió a su amada: “Cuanto más bebo la copa de tu dulzura, más sed padezco. Mi riqueza se acopia toda en ti, y sólo de ti toman mis energías su fuente.” (Herrin, 2000, p. 22).


4. En la ciudad: Baja Edad Media
Este periodo es considerado por muchos eruditos como la puerta del Renacimiento o, incluso, como un Renacimiento temprano. En él, el ideal de vida ya no se centró en los castillos, sino en las ciudades. El traslado de actividades del campo a zonas urbanas propició un cambio de costumbres y de intereses, lo que se reflejó en la literatura. Ya no se trataba del juglar solitario que recorría los caminos, sino de amanuenses que vivían confortablemente en ciudades, con tiempo suficiente para sentarse a trasladar al papel las gestas épicas, los romances y las canciones que andaban de boca en boca o en antiguos manuscritos; de poetas interesados e involucrados en la política de su tiempo; de narradores que no sólo traducían o recopilaban cuentos, sino que les conferían una estructura y una temática acordes con su mundo y con su tiempo; de dramaturgos que abandonaron el tema religioso y subieron al escenario personajes con todos los vicios y problemas de su época, en fin, de eruditos que hicieron de la literatura un oficio con reglas precisas, con reglas que sólo otros eruditos como ellos podían seguir. 

a) Dolce stil nuovo
Gracias al refinamiento de la sociedad, propiciado por el traslado a las ciudades y por la abundancia de riquezas, el amor se vistió de idealismo y la mujer ya no fue la señora de la que se esperaba recibir el favor de una relación sexual, sino que el poeta cantaba tanto a su belleza física como a sus cualidades morales. La relación amorosa se daba entre un hombre, no un héroe, y un ser angelical que guiaba al amado a la salvación eterna[8].
Guido Guinizelli (1230-1276) es considerado uno de los primeros poetas del dolce stil nuovo. En sus Rimas, la gentileza de ánimo y el amor son los medios para alcanzar la perfección espiritual; además, el amor es quien otorga belleza a la amada. Guinizelli influyó poderosamente en los poetas de su tiempo y en los de siglos posteriores. 
Guido Cavalcanti (1250-1300): autor de sonetos y baladas en los que se percibe una profunda tristeza. Su poema más importante es “Donna mi prega”. 
Dante Alighieri (1265-1321) es considerado “il summo poeta”, el padre de la lengua italiana. En 1274 conoció a Bice di Folco Portinari, su amada Beatriz muerta en 1290 a los veinte años de edad. Según afirman algunos estudiosos, Dante sólo la vio tres veces y nunca habló con ella, no obstante fue la inspiración de sus obras más importantes, la Vita nuova y la Divina comedia. 
Francesco Petrarca (1304-1374) es considerado por algunos como el primer gran poeta del Renacimiento. Cancionero es una colección de odas y sonetos inspirados en Laura de Noves, por quien el poeta sintió un profundo amor.


b) Mester de Clerecía
Mención especial, en cuanto al trabajo con las formas, merece el Mester de Clerecía u oficio de clérigos, poesía culta, refinada, caracterizada por estar escrita en lengua romance y en cuaderna vía (cuartetos alejandrinos monorrimos). En esta poesía, el clérigo manifiesta orgullo por el dominio de la técnica poética y marca tajantemente la distancia que existe entre este mester culto y el de juglaría, clasificado como popular.  La primera estrofa del Libro de Alexandre hace hincapié en ello:

Mester trago fermoso, non es de ioglaría,
mester es seu pecado, ca es de clerecía,
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílavas cuntadas, ca est grant maestría. 
(Cit. por Oropoeza, 1976, p. 77)

Otras características son las constantes alusiones a la cultura clásica y la renovación de la lengua con la utilización de latinismos. 
Pese a lo que pudiera creerse, esta poesía, extraordinariamente culta en su origen, llegó al pueblo: “…es Berceo el más popular de lo representantes del mester de clerecía, porque adopta la posición humilde del mediador entre la sabiduría eclesiástica y el sentimiento ignaro del pueblo.” (Oropeza, 1976, p. 21).
Pertenecen al Mester de Clerecía obras como el Libro de Apolonio y el Libro de Aleixandre, ambos de autor anónimo; el Libro de buen amor, de Juan Ruiz Arcipreste de Hita, y los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo.

c) Narrativa
El cuento medieval se inserta en la tradición oriental hindú, árabe y persa. A mediados del siglo XIII se tradujo el Calila e Dimna, colección de cuentos en la que un rey y un filósofo, a partir de preguntas, formulan respuestas en forma de cuentos, que a su vez pueden contener otros relatos, protagonizados principalmente por animales: un buey, un león y Calila y Dimna, dos chacales. Esta estructura en varios planos narrativos se llama construcción en abismo, relato enmarcado o matrioska (muñecas rusas insertas una en otra). 
En 1351 Giovanni Boccaccio compuso el Decamerón, obra monumental de la narrativa medieval europea. Imitando la tradición del cuento oriental, Boccaccio estructuró su obra en distintos planos narrativos, en el primero de los cuales diez jóvenes abandonan Florencia a causa de la peste negra. El grupo se instala en una villa campestre y, para hacer más agradable su estancia, por las tardes cada uno de ellos cuenta un cuento. Las historias del Decamerón se agrupan en tres grandes temas: amor, ingenio y fortuna.   
En Inglaterra, a finales del siglo XIV, Geofrey Chaucer escribió los Cuentos de Canterbury, en cuyo primer plano narrativo un grupo de peregrinos en viaje a la Catedral de Canterbury aligera las penurias del camino narrando cuentos.
Por último, se debe hacer mención de los fabliaux franceses, poemas narrativos breves, de tema humorístico, en los que destacan estereotipos como la mujer ingeniosa, el clérigo avaro y el menesteroso astuto. La finalidad de estos cuentos es la broma, la burla, la diversión a través del ingenio de los protagonistas. Los fabliaux comenzaron a escribirse desde el siglo XII y su tradición continuó hasta finales del XIV.


Conclusiones

Como se apreció con anterioridad, la Edad Media no fue una etapa de mil años llana, homogénea, ni tampoco una edad oscura en la que no ocurrió nada. Al caer el Imperio Romano de Occidente, a pesar de la fundación de los reinos romano-germánicos, hubo un rompimiento de la tradición literaria. En los primeros siglos, la cultura se refugió en iglesias y monasterios y el idioma utilizado en la escritura fue el latín. En estos primeros siglos, el pueblo comenzó a componer gestas heroicas en romance, y las transmitió de manera oral, desafortunadamente se perdieron en el devenir de los siglos. Durante la Alta Edad Media, época del feudalismo, florecieron el Mester de Juglaría y la Poesía Trovadoresca, íntimamente vinculadas al ser y al hacer del hombre de la época. Igualmente vinculada a ese ser y hacer está la literatura de la Baja Edad Media, pero ahora ubicada en la vida citadina. Dos movimientos literarios destacaron en este periodo: el Dolce stil nuovo y el Mester de Clerecía, pues ambos son germen y preámbulo del Renacimiento, es decir, del regreso a la cultura clásica que dormitó en los conventos y que, una vez que salió de ahí, enriqueció a una realidad totalmente nueva, una realidad distinta que se fue forjando durante mil años. 





Notas

[1] Luego el término cruzada se extendió a cualquier guerra emprendida por los cristianos por motivos religiosos.
[2] “La aparición de sólidas riquezas muebles debía traer consigo una disminución del valor económico […] de la riqueza inmueble, que constituía el patrimonio fundamental de las clases privilegiadas.” (Romero,1981, p. 76).
[3] La educación durante la Edad Media tiene, entre otras, las siguientes dos características: era profundamente elitista y sólo se tenían como opciones las armas y la Iglesia.
[4] Esta tradición latinista, religiosa y culta perduró a lo largo de toda la Edad Media y se extendió, con altibajos, hasta el siglo XVII.
[5] En Historia de la vida privada. 2. De la Europa feudal al Renacimiento, Aries y Duby hacen varias descripciones de las formas de vida familiar durante esta época. 
[6] No confundir esta Vulgata artúrica con la traducción de la Biblia al latín vulgar que hizo San Jerónimo, llamada también Vulgata.
[7] Hasta mediados del siglo XX, la poesía provenzal estaba considerada como la más antigua lírica escrita en lengua romance; sin embargo, en 1948, Samuel Stern dio a conocer la jarcha mozárabe: “…estrofa final que aparecen en las muwaxahas hebreas o árabes, pero escrita en un dialecto de cepa latina. Estos versillos no son originales de los poetas cultos, sino que ellos los tomaban de la tradición oral”. (Alvar, 1991, p. 4) 
[8] Dice Laura, la amada de Petrarca: “Sólo soy alma, y en el cielo moro / y en tierra está mi cuerpo convertido, / mas este parecido / tomo por consolarte; y aún aquélla / he de ser (y más bella / y a ti más cara) tan salvaje y pía / por salvar tu alma, y no sólo la mía.” (Petrarca, 1984, p. 163)





Referencias
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