Registros de la Lengua
1. En el paréntesis anota una F si el uso de la lengua es formal y una I si es informal. En la columna de la derecha escribe la o las causas por las que elegiste ese registro.
Ejemplo:
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Causa:
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( ) "Vate. Del lat. vates. 1. m. y f. cult. poeta (la persona que compone obras poéticas). / 2. m. adivino."
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( ) "Y aunque la gente gritaba
y corría como el aigre
cuando quiso ya no pudo,
aunque quiso llegó tarde."
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( ) "Soy un libre pensador,
un folósofo en continuo trance,
un hombre de acción como Sánches,
un cámicas entre pances.
Yo llevo año ileso, otros caen o se
[van,
salen del juego,
pero aún hay quien tiene fuego
[swan."
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( ) ¿Crees que me chupo el dedo o qué?"
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( ) "Hija mía, escucha con cuidado las ordenes que se te den, no respondas mal; y si no pudieres hacer lo que se te manda sin faltar al honor, excúsate políticamente, pero no mientas y no engañes a nadie, porque el Dador de la Vida te ve."
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( ) Luego apago tus ojos
y duermo con tu nombre besando mi
[boca"
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( ) "El de Lite la pasas en corto, jajaja, la neta solorífate con tus exposiciones y ya. El de mate barquísimo, es fácil copiar en sus examenes. El de ética se pasa solo, solo no faltes tanto. Y si puedes, cambia al de salud."
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( ) "Lamentable que te hayan tratado mal; sin embargo, es una de las aerolíneas con mejores aviones. Es por eso que fue la encargada de ir a China por esa encomienda."
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( ) "En México, según estimaciones de la UNAM hay 31 millones de personas con hipertensión arterial, y según la OMS casi 9 millones tienen diabetes. De ahí la importancia del "quédate en casa", pues casi 40 millones de personas están en riesgo de desarrollar complicaciones si se contagian del Covid-19, o sea que hasta el 31% de la población podría necesitar hospitalización y, en casos más graves, fallecer. No es un pinche juego."
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( ) "Y la tierra es empinada. Se desgaja por todos lados en barrancas hondas, de un fondo que se pierde de tan lejano."
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"Los hijos de la Malinche"
(Fragmento)
El Laberinto de la soledad, Octavio Paz
¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esa voz.
En la Anarquía del lenguaje en la América española, Darío Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América y en algunas regiones de España, asociados a las bebidas alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces que quedan en el vaso, en Guatemala y El Salvador; en Oaxaca llaman chingaditos a los restos del café; en todo México se llama chínguere o, significativamente, piquete al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana es la taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a embriagarse; y en Cuba, un chinguirito es un trago de alcohol.
Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando no revienta, se frustra o sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas esas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.
En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar cuerpos, almas, objetos, destruir. Cuando algo se rompe, decimos: "se chingó". Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: "hizo una chingadera".
La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es sinónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta.
Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de "lo cerrado" y "lo abierto" se cumple así con precisión casi feroz.
El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran. Los españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detritus y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo.
Hay, además del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha engendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pintura española. Sólo un español puede hablar con autoridad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas, por el contrario, no se advierte la dualidad española simbolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos y los pícaros, el Quevedo fúnebre y el escatológico, sino la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chingar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerte, sobre lo abierto.
La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos especialmente entre la casta de los "políticos", esto es, de los profesionales de los negocios públicos es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer).
El verbo chingar maligno, ágil y juguetón como un animal de presa engendra muchas expresiones que hacen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los negocios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con los amigos. El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos). Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse.
La voz tiene además otro significado, más restringido. Cuando decimos "vete a la Chingada", enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la nada.
La Muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes
(Fragmento)
Tú la pronunciarás: es tu palabra: y tu palabra es la mía; palabra de honor: palabra de hombre: palabra de rueda: palabra de molino: imprecación, propósito, saludo, proyecto de vida, filiación, recuerdo, voz de los desesperados, liberación de los pobres, orden de los poderosos, invitación a la riña y al trabajo, epígafe del amor, signo del nacimiento, amenaza y burla, verbo testigo, compañero de la fiesta y de la borrachera, espada del valor, trono de la fuerza, colmillo de la marrullería, blasón de la raza, salvavidas de los límites, resumen de la historia: santo y seña de México: tu palabra:
-Chingue a su madre
-Hijo de la chingada
-Aquí estamos los meros chingones
-Déjate de chingaderas
-Ahorititita me lo chingo
-Ándale, chingaquedito
-No te dejes chingar
-Me chingué a esa vieja
-Chinga tú
-Chingue usted
-Chinga bien, sin ver a quién
-A chingar se ha dicho
-Le chingué mil pesos
-Chínguense aunque truenen
-Chingaderas las mías
-Me chingó el jefe
-No me chingues el día
-Vamos todos a la chingada
-Se lo llevó la chingada
-Me chingo pero no me rajo
-Se chingaron al indio
-Nos chingaron los gachupines
-Me chingan los gringos
-Viva México, jijos de su rechinada:
tristeza, madrugada, tostada, tiznada, guayabas, el mal dormir: hijos de la palabra. Nacidos de la chingada, muertos de la chingada, vivos por pura chingadera: vientre y mortaja, escondidos en la chingada. Ella da la cara, ella reparte la baraja, ella se juega el albur, ella arropa la reticencia y el doble juego, ella descubre la pendencia y el valor, ella embriaga, grita, sucumbe, vive en cada lecho, preside los fastos de la amistad, del odio y el poder. Nuestra palabra. Tú y yo, miembros de esa masonería: la orden de la chingada. Eres quien eres porque supiste chingar y no te dejaste chingar; eres quien eres porque no supiste chingar y te dejaste chingar: cadena de la chingada que nos aprisiona a todos: eslabón arriba, eslabón abajo, unidos a todos los hijos de la chingada que nos precedieron y nos seguirán: heredarás la chingada desde arriba: la heredarás hace abajo: eres hijo de los hijos de la chingada; serás padre de más hijos de la chingada.
Elementos del texto narrativo: http://parapasarlite.blogspot.com/search/label/Estrategias%20de%20presentación%20del%20discurso
Elementos de la Narrativa.
Ejercicios
I. Completa el canevá
1. Las estrategias de presentación del discurso son narración, ________________, diálogo, ________________ y _________________.
2. La _______________ se utiliza para ______________ acontecimientos ____________ o __________________.
3. La ______________ sirve para decir cómo es el ______________ que nos ___________.
4. Un ______________ es una ________________ entre dos o más personajes
5. En el texto expositivo proporcionamos _____________sobre cualquier acontecimiento.
6. Con el texto __________________ buscamos _________________ a nuestros lectores.
7. Narración es una relación de ________________ reales o ________________ contados por un _______________.
8. Estos acontecimientos están protagonizados por ________________ y ubicados en un ________________ y en un ___________________.
II. Lee detenidamente cada uno de los siguientes fragmentos de la literatura universal, identifica al narrador y escribe sobre la línea de qué tipo es.
“ ‘¡Qué mono tan extravagante!’ —pensaba Tonio Kröger para sus adentros. Sin embargo, no dejó de mirar a Inge Holm, la jovial Inge, que seguía muchas veces los movimientos del señor Knaak con una sonrisa abstraída, y no fue sólo por esto por lo que Tonio empezó a sentir en el fondo algo así como admiración por toda aquella fantasía materializada ante sus ojos.” (“Tonio Kröger”, Thomas Mann)
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“Aquella odiada escalera por la que siempre subí con tan triste ánimo echaba un olor a barniz que en cierto modo absorbió y fijó aquella determinada especie de pena que yo sentía todas las noches, contribuyendo a hacerla aún más cruel para mi sensibilidad, porque bajo esa forma olfativa mi inteligencia no podía participar de ella.” (En busca del tiempo perdido 1. Por el camino de Swann, Marcel Proust)
_______________________________
“El despacho era grande, pero no tan grande como el de mi padre. Sthar estaba sentado en un extremo del sofá y se restregaba los ojos. Cuando se produjo el temblor dormía, y todavía pensaba si sólo se había tratado de un sueño.” (El último magnate, Francis Scott Fitzgerald)
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“En cuanto a sus sentimientos hacia mí, en cuanto a la opinión que pueda tener de mí, lo ignoro todo, como ignoro de él todo lo que no se ve ni se escucha […] no sé verdaderamente en qué pensamientos o combinaciones pasa tantas horas.” (Monsieur Teste. Paul Valéry)
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“…había oído que el señor Kurtz estaba allí dentro. Había oído hablar bastante de aquello. ¡Dios lo sabe! Sin embargo, en cierto modo, lo que me habían dicho no me había aportado ninguna imagen; ni más ni menos que si me hubieran dicho que había allí dentro algún ángel o algún diablo.” (El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad)
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“Gregorio pensaba que tal vez convendría que su madre lo visitara, si no todos los días —esto hubiera sido una locura— por lo menos una vez por semana, por ejemplo; ella comprendería mejor que su hermana.” (La metamorfosis, Franz Kafka)
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“…mamá se reía de esos temores, pensando en su fuero interno que el peligro no era muy amenazador, y que Legrandin no se daría tanta prisa en ponernos en relación con su hermana.” (En busca del tiempo perdido 1. Por el camino de Swann, Marcel Proust)
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“Perdone que le escriba acerca de mi pobre ser cuando usted no desea sino tener noticias acerca de quien tan vivamente le interesa. Pero yo soy algo más que el testigo de su vida; soy en ella una pieza y como un órgano, aunque no esencial. (Monsieur Teste, Paul Valéry)
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Chimp rodó huyendo de la luz. Primero cobró conciencia de sí mismo saliendo de la oscuridad sin sueños; luego, de estar rodeado por un dolor tenue e insólito como si hubiera estado demasiado tiempo al sol. La extrañeza de estas sensaciones abrió sus ojos antes de que recordara nada. Después fueron sus labios los que se abrieron por la sorpresa. Había frente a él una espalda indiscutiblemente femenina con una cabellera negra enredada sobre ella.” (“Clonc clonc”, William Golding)
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Cecilia Brady, la narradora, dice del protagonista: “Sthar comenzó a sentirse ligeramente incómodo. Cuando el actor acababa de entrar, pensó invitarlo a un cóctel, pero ya no le parecía oportuno hacerlo.” (El último magnate, Francis Scott Fitzgerald)
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“Pensé escribir mis memorias, La hija del productor, pero a los dieciocho años este tipo de proyectos nunca se llevan a cabo. Tanto mejor, pues habría resultado algo tan insulso como una de las antiguas columnas periodísticas de Lolly Parsons.” (El último magnate, Francis Scott Fitzgerald)
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“¿Cómo es el señor Teste enfermo? ¿Enamorado? ¿Cómo razona? ¿Puede estar triste? ¿De qué puede tener miedo? ¿Qué es lo que le haría temblar? …Yo buscaba. Yo mantenía íntegra la imagen del hombre riguroso; trataba de hacer que respondiera a mis preguntas… La imagen se alteraba.” (Monsieur Teste, Paul Valéry)
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III. Lee el siguiente cuento y escribe en la línea lo que se te pide:
La oveja negra
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
Monterroso, A. (1984). “La oveja negra”. Lo fugitivo permanece. México: Aeroméxico.
Acontecimiento principal o estructural:
Acontecimiento secundario o complementario:
Según su importancia, la oveja negra es un personaje:
Según su complejidad psicológica el rebaño es un personaje:
El tiempo interno del cuento es:
El manejo del tiempo es:
Describe el ambiente:
Describe el espacio e indica de qué tipo es:
"La fiebre del automóvil":
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cronicas-diabolicas-seleccion--0/html/227bf6cc-686d-425b-9de7-5f959cb15f1f_3.html#I_2_
Texto narrativo: definición y características
Leyenda
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Cuento
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Novela
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Definición
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Características
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Ejemplo
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I-A3.2. El Monte de las Ánimas
La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice.
Yo no la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza, con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.
- I -
-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.
-A ser otro día no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.
-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua; yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré la historia.
Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.
«Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran sabido solos defenderla como solos la conquistaron.
»Entre los caballeros de la nueva y poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.
»Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres; los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey; el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.
»Desde entonces dicen que, cuando llega la noche de Difuntos, se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche».
La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
- II -
Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
Sólo dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, absortos en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.
Las dueñas referían, a propósito de la noche de Difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel, y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.
-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-: pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.
Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo su carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.
-Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada: mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?
-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país, una prenda recibida compromete la voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.
El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:
-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.
Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volvióse a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas.
-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.
-¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?
-¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.
-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-, ¡en el Monte de las Ánimas!
-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión imagen de la guerra todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; esta noche..., esta noche, ¿a qué ocultarlo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas...; ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento, sin que se sepa adónde.
Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó, con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña arrojando chispas de mil colores:
-¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de Difuntos, y cuajado el camino de lobos!
Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte, se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza, y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:
-¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso, o aparentó querer, detenerle, el joven había desaparecido.
A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho, que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor, que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.
Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
- III -
Había pasado una hora, dos, tres; la media roche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.
-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de Difuntos a los que ya no existen.
Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz apagada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.
-Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente.
Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y suave; aquéllas con un lamento largo y crispador. Después, silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi no se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad.
Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio.
Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando, dilatándose, las fijaba en un punto, nada; oscuridad, las sombras impenetrables.
-¡Bah! -exclamó, yendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada, de raso azul, del lecho-. ¿Soy yo tan miedosa como estas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?
Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento.
El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora; vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal decoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.
Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros: muerta, ¡muerta de horror!
- IV -
Dicen que después de acaecido este suceso un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.
Ordena la ficha de fuente:
Rimas, leyendas y narraciones. Porrúa. México. "El monte de las ánimas". 1968. pp. 93-97. Gustavo Adolfo Bécquer
I-A3.3. Análisis Literario
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Biografía del autor
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Género, subgénero y clasificación
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Comentario personal basado en los elementos de misterio y/o terror que se analizaron
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Ordena la ficha de fuente: Rimas, leyendas y narraciones. Porrúa. México. "El monte de las ánimas". 1968. pp. 93-97. Gustavo Adolfo Bécquer
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I-A3.4. Análisis Literario Una tarde con campanas
Título del análisis
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Biografía del autor
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Género, subgénero y clasificación
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Tema
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Argumento
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Estructura
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Narrador
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Personajes (clasificación y descripción física y psicológica)
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Proverbio I, Marqués de Santillana
(versión en español moderno R. Mendoza Valencia)
Hijo mío muy amado,
para mientes[1],
no enfrentes a las gentes
mal su grado;
ama y serás amado
y podrás
hacer lo que no harás
desamado
[El doctor]
Según doctrina de Tulio [Aneo Séneca] en la Retórica nueva: "Para hacer a los que oyen sus palabras o leen su escritura, benévolos, dóciles y atentos, todo sabio orador debe considerar en el habla que ha de hacer tres cosas. Conviene a saber: hace el orador a los oyentes benévolos cuando procura conseguir gracia y bienquerencia de aquellos que oyen, porque ninguno oye de buena voluntad al no quiere bien. Hace dóciles a los que oyen cuando profiere la materia de que han de hablar, diciendo que será útil y provechosa. Los hace atentos cuando despierta a los que oyen por algunas buenas inducciones y maneras, por que estén listos para oír y no traspongan su memoria a pensar en otras muchas cosas." Siguiendo esta doctrina, [el marqués de Santillana] respetó estas tres cosas en todos los discursos que hace, en especial en este primer proverbio guardó el hacer benévolo al que lo oyese y leyese, y procura amor y bienquerencia de él, llamándolo hijo y amado. Según dice la ley civil: "Por ninguna palabra más dulce podemos nombrar a ninguna persona, que por este nombre de hijo".
De esta manera, [el Marqués] hizo dócil al lector en el proferir y enseñar la doctrina que había de tener en su vivir con la gente. Lo hizo atento en la palabra que dijo: "Para mientes". La sentencia de este proverbio es la graciosa y dulce manera que los hombres de cualquier estado deben tener cuando tratan con la gente, pues si así lo deben hacer los hombres de más alto estado, también los de menor lo deben hacer. De ello dice Séneca en una conversación que tuvo con el emperador Nerón, según introduce en la novena tragedia. El emperador procuraba gobernar más por temor que por amor y mandaba hacer algunas cosas por fuerza para que el pueblo lo temiese. Séneca se lo increpó y el emperador le dijo que lo que él hacía era lo que se debía hacer según la razón, que el hierro era el que defendía al príncipe. Respondió Séneca que mejor lo defendía la fe. Replicó el emperador que convenía que el césar fuese temido. Respondió Séneca que más convenía que fuese amado. Replicó el emperador: La espada desnuda los obligará a que hagan lo que quiero. Respondió Séneca: Guárdate de cometer tal error. Respondió el emperador: El pueblo debe temer. (calderón) Respondió Séneca: Lo que el pueblo es forzado a hacer, traerá muchos males.
Así que a ninguna persona, en especial a los buenos y justos señores, conviene hacer cosas contra la voluntad de las personas en la comunicación y trato que unos hombres tienen con otros. Como dice Séneca en la tercera epístola, donde introduce la deliberación que debemos tener para procurar amigos, y conservarlos: "Si quieres ser amado, ama", y así como dice el proverbio: podrás hacer lo que no podrás hacer desamado; pues no hay cosa que por amor el príncipe no haga por sus súbditos ni el señor por sus vasallos ni el amigo por su compañero. Según dice Virgilio: "A todas las cosas vence el amor". Y el apóstol escribe que por el gran amor que tuvo al linaje humano, Dios envió a su hijo que encarnara y padeciese por nosotros, y que nuestras culpas y enfermedades, como dice Isaías, él las llevase, y nuestros dolores él los sufriese. Pues si el amor hace que Dios haga lo que a nuestro bien cumple, siendo él infinito y perfectísimo, y nosotros finitos y cosa imperfecta, más debe ser en la comunicación y trato que unos hombres tienen con otros. De lo cual Valerio, en el III libro, en el título de Amor y delectación, introduce que Damón y Pitias, de la escuela de Pitágoras, tan fiel amor tuvieron entre sí, que como Dionisio Siracusano quisiese matar a uno de ellos, el cual le pidió que, ya que había de morir, que le diese tiempo y espacio para poder ir a su casa, y disponer de sus cosas antes de morir, y que le daría [a su amigo] como fiador de que tornaría a su poder en el tiempo y plazo que mandase. Dionisio pensó que ninguno podía ser tan fiel amigo a otro, que en tal caso le fiase y se pusiese en peligro de la vida, por lo que respondió que le placía darle tiempo para ir a su casa y disponer de sus cosas, que le diese el fiador que prometía. El cual le dio por fiador al otro amigo suyo, y como llegase ya el postrimero día, en que el ausente vendría a recibir la muerte que le estaba determinada, todos tenían por loco al hombre que en tal caso había fiado, que por mucha amistad que con él tuviese, se hubiera querido disponer a peligro de muerte. Y al amigo fiador, no desconfiando de la fe de su amigo, no le desplacía haber fiado en él. Se dice que acaeció así: que en el postrimero día, en la postrimera hora, el ausente vino, de lo cual se maravilló Dionisio, y por la gran fidelidad de amor que entre ellos vio, perdonó la muerte del condenado y rogó a estos dos amigos que lo quisiesen a él recibir por tercero en su amistad. Según lo anterior parece claramente que el amor es de tanta fuerza que atrae y obliga a los hombres a que un amigo se quiera disponer de manera voluntaria a la muerte por su amigo. Y discretamente dice el proverbio: "Ama y serás amado".
Según dice Séneca en la tercera epístola: "Ningún mal es mayor para el hombre, ocupado su entendimiento con bienes temporales, que pensar que los otros le serán buenos amigos a quien él no lo es". Hay maneras de amistad: cómo unos son amigos de otros por el provecho que esperan, otros por el deleite y placer que tiene con ellos y otros por la virtud y honestidad que juntó a uno ser amigo de otro. Y qué diferencia hay entre amor y amistad, por no hacer largo proceso, sobreseo aquí de hablar de ello. De eso hace largo discurso Aristóteles en el VIII y IX libros de la Ética; Tulio, en el libro que compuso De amistad, y Séneca en la novena epístola. Así mismo era de tratar aquí qué manera debemos tener para hallar amigos y, hallados, para conservarlos no perderlos, lo que trata Trátalo en la tercera epístola, a donde me remito por no alargar.
Ordena la ficha de fuente: Biblioteca Nacional de España. Marqués de Santillana. Proverbios. Madrid. Siglo XV. Cancionero de Barrantes, mss. 22334. Adaptación al español moderno: Rosa Mendoza Valencia.
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